Los dos últimos atentados que se efectúan en la época de la dinamita son realizados por el educado Emile Henry en 1893 a quien le resulta una fortuita explosión en una comisaria de policía y otra en el café terminus, motivo por el cual es llevado a la guillotina y se dice, abre la senda del supuesto terrorismo moderno.
Su muerte, como la de sus antecesores, Ravachol y Vaillant sin embargo, no pasó desapercibida y el anarquista Jeronimo Caserio retomará la daga en su venganza, mientras el poder orquesta las leyes antianarquistas o perversas y el proceso de los 30, intentando hundir el barco de lxs anarkicxs.
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