Falso Profeta en colaboración con Waysatta Fernández intercambiando controles e improvisación en guitarra eléctrica.
Intro:
No puedo dejar de pensar estas sesiones de lectura como el soundtrack de un pintor que se encuentra en su propio estudio escuchando y explorando mientras escucha la meta-radio, una imagen que proviene del buen Ranitx, quien él mismo se dedica a la práctica del dibujo, la pintura, la gráfica y el graffitti. Esta es una experimentación de Falso Profeta en vivo, una improvisación en directo, la cual adquiere fuerza y sentido una vez que hemos leído a Schoenberg y sus propuestas sobre la disarmonía, de lo cual van a escuchar mucho aquí.
Texto:
El pensamiento sonoro o inteligencia dionisiaca (El dispositivo canción CERO*)
Desde haca ya unas décadas ha surgido un tipo de reclamo que demanda la visibilidad de otros tipos de pensamiento que no sean solamente el racional –cosa que la psicología no sólo científica, sino muchos tipos de psicología esotérica lo habían remarcado ya mucho antes, por cierto–. Me refiero a aquello que se le ha llamado “inteligencias múltiples”. Dentro de ellas, hay una tendencia que ha urdido de una forma tan rotunda que incluso ha alcanzado el grado de colocarse como un nuevo giro en la historia del pensamiento occidental. Esto es el giro icónico.
Por una parte, el pensamiento racional está hasta ahora ligado con el lenguaje, el cual supone un código, así como una comprensión y una capacidad de articulación del mismo. Supone la estructura y supone la metafísica de la presencia, es decir, la lógica del signo: que el lenguaje sólo está ahí para hacer referencia a algo más; que el lenguaje es un medio para comunicar otra cosa, un discurso, un sentimiento, un argumento, una Idea. En una palabra, se trata de todo aquello que se ha llamado “logocentrismo”.
Por otro lado, como salida y respuesta a ello, está el pensamiento por imágenes, que en su versión más rebajada se le ha llamado “design thinking”, está ligado al arte, la estética, el diseño, la sensibilidad. Pone énfasis en el objeto mismo, sin tener que verlo como un medio o instrumento. Basado principalmente en las dinámicas de la imagen, pone acento en las potencialidades de la materialidad misma. Es decir, en las posibilidades que nos ofrece una imagen dependiendo del medio por el que se nos muestra o se hace aparecer. Así, no se trata ya de ver el mensaje que está detrás de la imagen o lo que significa o nos quiere decir la imagen, como si ésta misma tuviera una intención. Se trata más bien de apreciar la imagen como tal, en sus cualidades estéticas, cómo llega a nosotrxs y qué efectos produce en nosotrxs en todo caso.
Una vez que vemos la imagen no como un mero medio o instrumento para hacernos llegar un mensaje o comunicarnos algo, sino como un modo de creación, algo se abre. Eso es cierto y de eso se han encargado ya los autores vinculados con el giro icónico. Sin embargo, una vez que se ha dado este salto fuera del logocentrismo, la estética puede llevarnos a muchos otros tipos de pensamiento. Más allá de intentar hacer un registro exhaustivo de los posiblemente infinitos tipos de inteligencia que podrían surgir a partir de esto, llamaremos aquí la atención solamente acerca de lo que aquí denominaremos inteligencia sonora o, siguiendo el juego de nombrar las cosas en inglés para que alcance un cierto estatus de posible popularidad “sound thinking”.
A diferencia del pensamiento por imágenes, el pensamiento sonoro se sostiene sobre la cualidad de lo efímero. Siguiendo la división básica nietzscheana entre lo apolíneo y lo dionisiaco, tendríamos que hacer por lo menos esta distinción. El pensamiento por imágenes cuenta, por ejemplo, con la posibilidad de comparación, pues las imágenes permanecen, están ahí para poder ser contempladas y analizadas. En cambio el sonido no. Si uno escucha dos piezas sonoras al mismo tiempo no es que uno pueda comparar una con otra, sino que en todo caso se juntan y generan una nueva composición. Por supuesto que los análisis intermediales, que se basan en metaforizaciones de lo auditivo con lo visual o lo escritural, han servido de mucho para poder realizar acercamientos muy provocativos dentro de las artes, tanto de la pintura, como de la música o de la poesía. Pero aquí estamos realizando precisamente una labor que va en sentido casi contrario a éste. Estamos tratando de resaltar la diferencia entre cada una de este tipo de percepciones, sensibilidades, inteligencias,…
El pensamiento sonoro es también una categoría de la psiquiatría utilizada para hablar de la esquizofrenia. Bajo la comprensión de las alucinaciones auditivas, se piensa que se trata de un trastorno de la personalidad. Pero en realidad, es aquí cuando apenas comienza a ponerse interesante el ser humano. Todxs escuchamos voces en nuestra cabeza, pero llega un momento en que esas voces parecen venir de alguien más. Y evidentemente también existen las alucinaciones visuales, pero éstas están clasificadas principalmente dentro de los efectos de las sustancias psicoactivas y no tanto dentro de las desviaciones psíquicas. Occidente se ha encargado de prestar mucha atención en regular la mirada y la observación a través de la ciencia, pero ha olvidado la escucha. El pensamiento sonoro sigue siendo un engendro del mal al cual hay que erradicar. Todavía no sabemos qué hacer con eso.
Por lo que podemos ver hasta ahora, la improvisación adquiere relevancia en este tipo de inteligencia. Frente a la contemplación del arte apolineo se levanta la acción del dionisiaco. Se trata de un tipo de saber que toma en cuenta que todo esto va a pasar. Todo lo que conocemos en algún punto va a desaparecer como lo hacen aquellos sonidos que si no prestamos atención o dejamos de escuchar por cualquier motivo al estar frente a unx ejecutante de cualquier arte sonoro, jamás volverán. Este tipo de saber tiene presente la muerte todo el tiempo. Pero por otro lado, también vale la pena señalar que el sonido tiene su propia velocidad y ésta es distinta de la de la imagen. Se podría decir que la velocidad de la imagen es equiparable con la de la luz, pues sólo hace falta que una imagen esté iluminada para que sea accesible para nosotrxs. En cambio, las ondas sonoras, como es bien sabido, viajan más lentamente en el espacio que los fotones. De la misma manera en que hay una diferencia entre un relámpago y el trueno que le acompaña, quizá seria posible encontrar una analogía en la distancia que separa al pensamiento visual y el sonoro. Mientras que el primero es instantáneo y produce reacciones igual de inmediatas en el aparato sensitivo humano, el segundo tarda un poco más en cundir y genera resonancias más profundas en la memoria. Pero esto es sólo una hipótesis.
Otra gran diferencia entre la visualidad y la percepción sonora es por supuesto la ubicuidad. Mientras que para ver algo es necesario tener los ojos abiertos y estar de frente al objeto observado, en el oído nos convertimos en receptores permanentes de emisiones provenientes de cualquier lugar a la redonda. Si bien nuestro aparato sensitivo auditivo está configurado de tal manera que rápidamente desarrollamos la capacidad de ubicar la fuente de casi cualquier sonido que se nos presenta –tomando en cuenta también que dentro del ciclo biológico individual, quizá este tipo de competencia sea la más antigua, pues proviene incluso de antes de nuestro nacimiento, desde el momento en que aún en el vientre materno teníamos la posibilidad de escuchar sonidos provenientes del exterior– lo cierto es que el sonido nos recuerda por ello mismo, algo de lo que no podemos huir. Está, de alguna manera, en todas partes. Nos rodea. No nos pide nada para llegar a él, nos alcanza. Incluso se puede decir que nos busca de una manera aún más precisa que un misil teledirigido, rastreador y persecutorio. El modo de operar dentro del aparato psíquico una vez que el proyectil ha dado en el blanco es una cosa que ha sido más bien explorada por el psicoanálisis lacaniano bajo el nombre de “significante”.
Quizá lo que podemos decir hasta ahora es que más allá del logocentrismo aún queda mucho por explorar. El lenguaje se sostiene no solamente por la escritura, la cual es un tipo de imagen, como huella, indicio, gráfico, etc. Se sostiene también por la oralidad. En la oralidad hay fuerzas, tonos, momentos, matices, etc. El logocentrismo puede verse, desde aquí como un compuesto al cual a la humanidad le costó mucho tiempo y esfuerzo realizar y, por lo tanto, muy probablemente conlleve un tiempo y esfuerzo similar desentramarlo. Si bien Jacques Derrida nos hizo ver que la escritura no tenía por qué verse como algo supeditado o derivado de la oralidad, sino en su propia potencia, también sería necesario recordar que, como lo señaló Saussure, el habla o cualquier otro tipo de significante de naturaleza auditiva nos conmina a la linealidad y la dimensión absoluta del tiempo como algo irreversible a diferencia de la escritura en la que la huella permanece. La inteligencia resultante de esta asunción no puede ser sino una inteligencia dionisiaca. Ahí no hay estructura y no puede haberlo, el habla está viva. Ahí no ríe Ariadna, diría el palíndromo.
Siguiendo la premisa de Walter Benjamin, quien a la vez estaba siguiendo a Marx, recordemos que los cambios en la infraestructura van más rápido que los de la superestructura. De este modo, la sensibilidad de las Vanguardias de principios del siglo XX abre la posibilidad del giro icónico que hoy inunda las humanidades y la filosofía, llegando y desarrollándose casi 100 años después. El pensamiento va, en cierta medida, retrasado de los acontecimientos. Del mismo modo, sería posible lanzar la hipótesis de que los cambios en la sensibilidad en la música pop de la segunda mitad del siglo XX abriría la posibilidad de este nuevo giro sónico, el cual apenas comenzaría a emerger o a hacerse escuchar; y todavía nos faltaría una exploración más amplia de sus consecuencias, recordemos que el sonido viaja más lentamente que la luz. Jim Drobnick y Christoph Cox, junto a otros teóricos contemporáneos ya han usado la etiqueta de “sonic turn” para hablar de ello. Per más aún, podríamos adelantar que este es sólo un aviso de algo que todavía viene: los cambios en la sensibilidad que trae consigo el internet traerá consigo el giro filosófico, en el cual ya no sólo se unirán el giro icónico y el sonoro, sino mucho otros más. Es posible que en el futuro cada persona sea capaz de lanzar su propio sistema de pensamiento, pero eso ya lo trataremos en otra ocasión.
*Originalmente se llamaba “El dispositivo canción III”, pero por cuestiones logísticas se decidió cambiar por “CERO”.
**Este texto es parte de una reflexión intermitente que tiene una primera parte, no forzosamente comprendida consecutivamente, aunque recomendada. Se pueden encontrar en su versión escrita en PostFilia aquí o en su versión leída por el Falso Profeta aquí.